Taller Renault
Poco podían imaginar los
creadores del automóvil que su invento iba a alterar la forma de vida de las generaciones
posteriores. El desarrollo y perfeccionamiento del coche trajo consigo un nuevo
concepto de desplazamiento, y con él, el pueblo pudo acceder de manera masiva a
algo solo reservado a cierto tipo de trabajadores y a gente adinerada: el
turismo y los viajes, tanto profesionales como de ocio.
Las ciudades comenzaron a
diseñarse pensando en el automóvil como medio de transporte, y en torno a él se
orientaron cada vez más los desplazamientos de mercancías y pasajeros, en
detrimento del ferrocarril. Este cambio de rumbo llevó aparejado el nacimiento
y crecimiento de numerosos negocios que, hasta entonces, no existían o habían
estado orientados a otro público. Los caminos se convirtieron en carreteras, y
en sus arcenes comenzaron a crecer gasolineras, hoteles, restaurantes y
talleres.
Hubo una época en la que no había
pueblo sin su correspondiente concesionario con taller mecánico. Bastaba con
fijarse en los coches que se veían por sus calles para adivinar a qué marca
pertenecía el concesionario en cuestión. No había mucho donde escoger, porque hasta
finales de los años setenta, cinco eran las compañías que fabricaban y
comercializaban automóviles en España: Authi, Chrysler-Simca, Citroën, Renault
y Seat. Las dos últimas eran las que más presencia tenían en todo el país, aunque
todas estaban extendidas a nivel nacional.
La evolución de la sociedad
priorizó el crecimiento de las ciudades en detrimento de las zonas rurales, y
esto generó un éxodo rural que diezmó la población de una gran cantidad de núcleos
urbanos. Con el tiempo, las consecuencias fueron fatales para gran cantidad de poblaciones, ya que la falta de vecinos condicionó la calidad de los servicios
municipales y la rentabilidad de los negocios establecidos. Esto desembocó en
una notable pérdida de calidad de vida en los pueblos, que acrecentó a su vez
un mayor éxodo de la población. Muchas líneas de tren quedaron en desuso,
muchos comercios locales desaparecieron, y muchos pueblos acabaron totalmente abandonados.
Fueron numerosos los talleres
particulares que, durante décadas, ostentaron con orgullo el nombre de una
marca automovilística, con beneficio económico para ambas partes. Las sucesivas
crisis económicas que ha vivido España motivaron a los fabricantes de coches a potenciar
sus grandes concesionarios oficiales, situados en las grandes ciudades, y por
tanto deshacerse de todos aquellos pequeños talleres que, durante tantos años,
les sirvieron como establecimiento comercial. Esto desencadenó en una conversión
masiva de servicio oficial a taller multimarca, quedando por tanto desprovistos
del respaldo que suponía el tener detrás una importante empresa. Lamentablemente
muchos establecimientos se vieron obligados a cerrar sus puertas.
--------- 1 de enero de 2020 ---------
Una vez más estaba metido en el coche,
de camino a explorar varios lugares interesantes que había descubierto gracias
a Google Maps. Apenas habían transcurrido nueve horas desde que comenzó el año,
y no consideré mejor plan para la mañana del uno de enero que explorar sitios
abandonados. Llevaba en mi lista de tareas una urbanización inacabada, una estación
de tren en desuso y una casilla de peones camineros. Siempre salgo a explorar
con objetivos marcados, aunque es habitual descubrir sitios interesantes por el
camino. Y esta ocasión no iba a ser diferente.
Ya he manifestado mi afición por
los coches antiguos, y los despoblados y abandonados se me hacen mucho más interesantes
cuando tienen relación con los coches o cuando albergan los restos de alguno.
Siendo como soy poseedor de varios Renault, no podía menos que detenerme para
hacer unas fotografías a aquel anagrama pintado en la pared, ya algo desgastado
por la acción del tiempo, aunque bastante bien conservado. Los colores de
Renault siguen siendo el amarillo y el negro, aunque esa tipografía dejó de emplearse
a comienzos de los años dos mil, tras décadas de uso. Nunca está de más circular
a poca velocidad: se encontraba en un callejón, y de haber ido algo más rápido
no lo habría visto.
Había algo que no encajaba: ¿Qué hacía este anagrama pintado en la fachada de una nave escondida en un callejón? A priori no parecía el sitio más adecuado para instalar un taller de coches. La calle principal no tenía pinta de haber sido una zona de demasiado trasiego, y el local no parecía ser más que una nave industrial normal y corriente. Soy de los que opinan que nada se pierde por dar un paseo, y eso me permitió descubrir que había una nave paralela que sí era accesible.
La basura y los escombros nunca
faltan en los lugares abandonados. En este los había a raudales, y me permitieron
confirmar mi teoría inicial: estaba en un concesionario Renault. En la montaña
de trastos destacaba un panel publicitario de la primera generación del Renault
Mégane, así como un expositor de folletos y catálogos. Ser aficionado a los
coches antiguos me permitió identificar las diferentes piezas de recambio que había
esparcidas por el suelo. Puede ser un juego divertido, a la par que estresante
cuando no se consigue adivinar el coche al que pertenecen. Aunque también había
piezas de otras marcas, la nota predominante era Renault.
En el local no quedaba un solo
elemento que indicara que se trataba de un taller. No había foso, o señales de
haber tenido instalado un elevador. Tampoco había garruchas en las vigas del
techo, ni siquiera había marcas en las paredes que indicaran la presencia de paneles
con herramientas. Nada. Sí que había multitud de botes de pintura de la conocida
marca Glasurit, tan utilizada en los años 70 y 80. Cabe la posibilidad de que
esta nave albergara la cabina de pintura, mientras que en el local anejo (y
cerrada) se encontrara el taller propiamente dicho.
Desde la nave se accede a otra
estancia. Paredes forradas con madera, suelos de gres y caja de caudales antaño
oculta por un cuadro: no cabe duda de que había entrado a una oficina de los
años 70. Es una pena que falten los muebles, ya que completarían la esencia de
la época. Al fondo hay una sala, en cuyo interior quedaban un sofá y dos sillones,
todos tapizados en ese eskai que tanto abundó en los muebles de entre los años
60 y 80. La decoración y los enseres convertían este despacho en un lugar
distendido para cerrar la venta de un coche nuevo a un potencial comprador.
La palabra eskai está reconocida por
la R.A.E., y se trata de una lexicalización del original Skai, que es el nombre
de una empresa alemana de fabricación de cuero sintético, también conocido como
polipiel. Su presencia en sillas, sillones y sofás de los hogares españoles fue
muy habitual, ya que se trata de un tapizado muy resistente y que se limpia con
facilidad. Esto motivó que su instalación deviniera en obligatoria para muchos
vehículos de servicio público, como los taxis, aunque resulta de lo más
incómoda: no solo no transpira, sino que en verano abrasa la piel al sentarte.
Unas escaleras ascienden desde la
recepción, y desembocan en una sala totalmente acristalada desde la que se domina
el taller. No había muebles ni placas que nos indicaran qué podía ser esta habitación:
Quizá se tratase del despacho de gerente del concesionario, o el del jefe de
taller. Quién sabe. Actualmente parece un almacén de recambios SEAT, ya que había
desperdigadas piezas de modelos emblemáticos como el 127, 132, Ritmo o Ronda.
Ya en el exterior, y analizando
la estructura de las instalaciones, llegué a la conclusión de que había accedido
únicamente a una cuarta parte de todo el recinto. El taller que he visitado
solo es un fragmento de la nave, que habría sido dividida a posteriori, ya que
se percibían en la fachada modificaciones del diseño original. Me quedé con las
ganas de entrar al resto de estancias, ya que estaban debidamente cerradas.
¿Tendrían más elementos propios del concesionario? ¿Habría algún Renault
antiguo?
--------- EPÍLOGO ---------
La fachada principal del taller
es estrecha y da a un callejón, mientras que el lateral es paralelo a una calle
que, aunque no lo parezca, en su momento fue una carretera. Eso da cierta lógica
a la ubicación de este negocio, que a priori yo no comprendía, ya que parecía
estar “en medio de la nada”. Nuevas carreteras remplazaron a las antiguas, y lo
que antaño era una ruta con abundante trasiego de coches, hogaño no es más que
un camino vecinal. A esto hay que añadir la cada vez menor población de los
pueblos, y si le sumamos el interés de las marcas de coches por obtener mayores
beneficios, obtendremos como resultado el cierre al que se vieron abocados centenares
de concesionarios como este. Una foto más de la España vaciada.
Que interesante, me encanta
ResponderEliminar¡¡Muchas gracias!! =)
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